sábado, 10 de junio de 2017

La pesadilla de no dormir



Permanecía despierto pues le aterraban las pesadillas, sin darse cuenta poco a poco fue transformando al eterno insomnio en la más terrible de ellas…

Llegar a ese punto en el que no sabes si estás dormido o despierto, si la sombra que se cierne sobre ti es una alucinación en vigilia o un producto de la fase REM, y es que cuando duermes, el cerebro procesa tus temores inconscientemente, pero hacer esto mientras permaneces despierto es una tarea abrumadora, tener que soportar el dolor sin la anestesia que proporciona el acto de dormir es algo horrendo… Pero ¿no es mejor así? Uno supondría que tal experiencia te proporcionaría resistencia al dolor venidero, entre más dolor experimentes más tolerante a él te haces ¿no? pues no, solo te haces más sensible a él; puede que en apariencia aprendas a tolerarlo pero no nos engañemos: cuando la fiesta ha terminado, cuando todos se han ido, cuando has expulsado el ácido y amargo vómito, cuando la jaqueca se asoma por la ventana de tus glóbulos oculares y el mareo así como la euforia producto del alcohol y los alcaloides se difuman, cuando yaces acostado mirando el gris techo de tu existencia, ahí, en ese momento cuando la gente normal cae rendida por el sueño, tú permaneces con el funcionamiento del sistema nervioso central intacto, una lluvia de pensamientos comienzan a inundar tu agotada mente —como una mancha de petróleo que se cierne sobre un ya de por sí deteriorado arrecife, hasta que la suma de sentimientos negativos y (si es que hay alguno) positivos se mezclan formando un aura de melancolía, esa que Victor Hugo definió como ‘la alegría de estar triste’.

El cansancio parece hacerte dormitar, pero esta es solo otra ilusión: tan pronto como empiezas a quedarte dormido, la tierra ha terminado de dar otra vuelta sobre su propio eje, el despertador ha sonado y la pesadilla de no dormir ha comenzado de nuevo.

Esta historia fue originalmente publicada en Analphabestia

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