“En México, existen estos peces del género Astyanax que han colonizado las cavernas de Sierra del Abra. Al principio estaban perdidos, se encontraron a sí mismos viviendo en completa oscuridad. Pero no murieron, se adaptaron. Perdieron su pigmentación, su vista, y eventualmente, sus ojos. A cambio de sobrevivir se convirtieron en algo horroroso. Rara vez pienso en lo que alguna vez fui. Pero me pregunto, si un solo rayo de luz penetrara hasta la cueva ¿sería capaz de verlo? ¿o sentirlo? ¿sería atraído hacia su calor? Y si lo hiciera ¿me volvería menos horroroso?”
—Raymond "Red" Reddington (The Blacklist).
Otra docena de nubes, otro
edificio deteriorado, otro grupo de adolescentes haciendo bromas
tontas, otro letrero con publicidad engañosa, otro árbol, otro más,
y otro –al menos ese último estaba en floración-, un rostro
agotado, tres con resaca, el de enfrente deja escapar una ligera
sonrisa a su smartphone (tal vez vio un buen meme), otra pareja
discutiendo, otra anciana enferma, otra bandada de aves cuyos cantos se pierden entre el horrible ruido de la decadente ciudad, otro perro
defecando, otro corazón roto, otro taxista que se atraviesa
imprudentemente, otro padre yendo tarde por sus hijos, otro fanático
religioso gritando sobre el fin de los tiempos, otro policía
corrupto, otro ladrón astuto, otra comida rápida, otro vaso de
cerveza que se llena, se prueba, se vacía y se va, otro cigarrillo,
otra horrible canción de moda, otra estúpida película, otra noche
sin dormir, otra vez el maldito alarma indicando el inicio de este
patético ciclo.
Intentó contar sus fasciculaciones hasta quedarse dormido, pero la ansiedad del síndrome serotoninérgico se negaba a dejar de atormentarlo, tan cansado de todas esas últimas veces, y tan encadenado a ellas, hace tiempo que la destrucción había dejado de ser divertida, o tal vez nunca lo fue, tal vez era solo un intento desesperado y fallido por llenar este inmenso vacío, tal vez si se destruía a sí mismo por fin podría descansar; hubo una época en la que al menos podía justificar su destrucción como un viaje de exploración a distintas realidades, pero ahora era solo una desvaneciente sombra de lo que alguna vez fue, los destellos de creatividad se esfumaron hace mucho, de cierta forma todo parecía haberse esfumado: su voluntad, su fuerza, su juventud, su familia, sus amigos, el amor de su vida, sus sueños, su futuro, su todo.
Mientras los hipertensos latidos de su corazón marcaban el fin de la noche, una persuasiva voz empezó a resonar en su cabeza “hazlo, no tienes porque vivir encerrado en este gris infierno, el tormento puede acabarse… si así lo deseas; antes fallaste, pero ahora la tienes a ella, con ella no puedes fallar”, el hipnótico giro del tambor del revolver parecía tranquilizarlo, lo llenó de balas, lo colocó en su lugar, y apuntando directamente sobre el lóbulo frontal, jaló el gatillo sin dudarlo, un estruendo tornó su mente en blanco y las paredes en rojo, mientras el eco del disparo se propagaba de regreso a su destrozado cráneo el todo se fundió con la nada, un ultimo golpe de dolor instantáneo y su vida se había terminado para siempre, primero todo era blanco, luego todo negro, al fin sin el gris...
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