(I)
Hay
algo en la lluvia,
una
voz, un canto,
un
sobretono,
que
me levanta,
me
expulsa de mí mismo;
tan
pronto como la veo,
atravieso cualquier pared,
corro hacia los árboles,
olfateo
la tierra mojada,
y
puedo escuchar mis
pensamientos
de nuevo;
cruzando el mundo entero,
al
tocar mi cuerpo,
las
gotas del cielo
son
la metamorfosis de mi llanto,
y
el viento arrastra la nostalgia
hasta
tornarla en olvido,
transformándola
en humo,
le
pido al universo
que
la inhale hasta morir,
y
con una gota de fuego,
catapulta
mi mente,
de
vuelta ese hogar llamado
«calma
en tempestad»
(II)
Me
elevo al cielo,
se
desprende mi individualidad,
me
fusiono con las grises nubes,
vuelo,
floto, me traspasan los
relámpagos,
pero no siento dolor,
saboreo
la auténtica libertad,
hasta
que la gravedad me condensa,
me
captura, me encapsula,
me
une con el resto, me arrastra,
me
aleja, me acerca, me jala
de
vuelta a la superficie,
atorado
entre el limbo
del
cielo y la tierra,
divago
por lugares desconocidos,
me
separo del resto,
estoy
solo de nuevo;
(III)
De
pronto,
me
estampo con
una
superficie transparente,
transparente
como yo,
pero
sólida e inmóvil,
soy
una gota que se
arrastra
zigzagueante,
que
tiembla, se une a otra gota,
ahora
somos dualidad,
trinidad,
cuarteto,
hasta
que un tope
nos
separa otra vez;
soy
esa gota anónima
en
tu parabrisas,
he
recorrido mundos enteros,
hasta
llegar a cruzarme
con
esa mirada marrón tuya,
pero
tú ya no me ves,
(IV)
Solo
soy uno más entre
tantos
insignificantes
trozos
de lluvia,
soy
una lágrima que llora por ti,
porque ya no me reconoces;
con
un botón
me
borras de tu camino,
me
pierdo entre el caos del tráfico,
ahora
ya no soy más
que
un charquito,
esperando
ser pisado por error;
pero
cuando casi olvidaba
cómo se siente el calor,
el
sol me rescató,
me
evaporó con su luz,
me
transformó,
me
quitó un peso de encima:
ahora
soy un ligero gas invisible,
que
sueña con ser respirado por ti.